Dentro de un conglomerado de edificios sin ventanas, de apariencia promedio, en el centro de Nueva York:

  • Inyectaron a perros con insecticidas.
  • Perforaron las cabezas de otros perros para que pudieran inyectarles un virus mortal, directamente en el cerebro.
  • Gatos se asfixiaron bajo cajas de arena que se voltearon sobre ellos.
  • Otros gatos encerrados en habitaciones extremadamente hacinadas adelgazaron, aparentemente incapaces de competir por comida.
  • A gatos con lesiones dolorosas únicamente les dieron, en el mejor de los casos, una sola dosis para aliviar el dolor.
  • El proceso para terminar con el sufrimiento de los animales estaba terriblemente mal.

Estas escenas lamentables, reveladas por una investigación con testigo de PETA, eran cotidianas para Liberty Research, Inc. (Liberty), un laboratorio de alquiler para pruebas multimillonarias, y empresa de cría de perros y gatos, cuyos trabajadores torturan animales, practican mala ciencia, omiten procedimientos para aumentar ganancias y fomentan una cultura generalizada de negligencia con respecto al cuidado de los animales.

Basado en la evidencia de PETA, el Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA) citó a Liberty por violación de nueve regulaciones federales. Oficiales del estado de Nueva York citaron a la compañía por tres violaciones a la ley del estado y le negaron a Liberty su solicitud para renovar la aprobación obligatoria para el uso de animales vivos en experimentos, dejando al laboratorio sin la aprobación necesaria para experimentar en animales por más de tres meses.

Liberty utiliza a cientos de perros y gatos cada año en pruebas crueles, muchos de ellos para fármacos veterinarios, los cuales son conducidos para gigantes farmacéuticos como Bayer, NovartisMerck. Además, Liberty también cría y vende miles de perros y gatos para que sean utilizados en experimentos realizados por compañías como Merialagencias gubernamentales como el Departamento de Asuntos de Veteranos y el USDA, y escuelas como la Universidad Estatal de Míchigan y la Universidad de Pittsburgh, en Florida y Louisville.

Cuando las empresas planean contratar a Liberty para llevar a cabo pruebas en perros y gatos, con frecuencia sus representantes recorren las instalaciones. A menudo, incluso participan en los experimentos. Tienen la oportunidad de ver los alojamientos deficientes, la angustia de los animales y la negligencia de los empleados, y también pueden revisar los informes de inspección federales sobre la planta. Pero aún así contratan a Liberty.

 

Esto es lo que están apoyando.

 

 

 

Gimiendo por el dolor

 

Foto de Magda Ehlers de Pexels
Los beagles pasan todos los días dentro de celdas agobiantes y desoladoras. Nunca llegarán a sentir el calor del sol en la espalda ni el suave césped bajo sus pies.

En un experimento, los trabajadores utilizaron un taladro para perforar los cráneos de 30 beagles jóvenes, para poder inyectarles el virus del moquillo directamente en el cerebro.

Algunos perros parpadearon e incluso lloraron durante el doloroso procedimiento, indicando que no estaban anestesiados adecuadamente. Despertaron gimiendo. Probablemente de dolor, algunos golpeaban sus cabezas contra las paredes de la jaula, provocando que sus heridas sangraran.

Tras este procedimiento barbárico, una trabajadora sénior informó que vio a un perro caminando en círculos mientras que otro golpeaba su cabeza contra el piso de la jaula una y otra vez. En los días siguientes, varios perros se volvieron aletargados, aparentemente con depresión, y dejaron de comer. Algunos perros tenían espuma en la boca, y otros se convulsionaban. Permitieron que padecieran estos síntomas aparentemente bajo ningún tratamiento y los asesinaron al final del estudio.

Además del evidente sufrimiento que causó, este experimento fue científicamente inútil. No solo existe una vacuna contra el moquillo que se ha utilizado durante décadas para prevenir la enfermedad, sino que los perros se infectan con este virus al inhalarlo, no a través del cerebro. Cuando se inyectó el virus del moquillo en el cerebro de los perros, sus cuerpos fueron atacados a través de un proceso totalmente diferente al de la inhalación. Cualquier información obtenida de experimento será inútil.

 

Asfixiados, aplastados y reproducidos hasta agotarlos

 

Los gatos en Liberty eran mantenidos en jaulas desoladas, sin ventanas, en condiciones antinaturales, sin nada interesante para ellos. Algunas jaulas estaban tan sobrepobladas que se asemejaban más al  recinto de un acumulador que a las instalaciones de un laboratorio bien financiado y regulado, con lazos a gigantes de la industria farmacéutica y numerosas universidades. Algunos de los gatos que se encontraban en estas jaulas eran evidentemente incapaces de obtener suficiente alimento y estaban muy delgados. A pesar de ello, no fueron trasladados a otras jaulas, y se mostró muy poco interés por su bienestar.

Una supervisora describió la miserable vida de los gatos utilizados en las instalaciones de reproducción de Liberty, explicando que durante el mismo día en que separan para siempre a una madre de sus gatitos y los tatúan—siendo esta su iniciación a una vida llena de privaciones y dolor—la someten de nuevo al proceso de reproducción. La supervisora dijo: “[A]quí nunca tiene descanso. … Hay un montón de problemas con ellas [dando a luz] porque tienen un peso inferior al normal, pero no se nota porque están embarazadas, y luego decaen cuando amamantan porque no pueden mantener el ritmo”.

Dos trabajadoras dijeron que encontraron gatos “asfixiados” debajo de cajas de arena volteadas. El USDA de hecho citó a Liberty en marzo de 2016 por permitir que murieran gatitos de una manera similar. Un trabajador describió un incidente en el cual una tabla de descanso se volteó y “aplastó” a un gato, matándolo.

 

Muerte lenta y dolorosa

 

Un gato identificado como “JAD4”, al cual la testigo de PETA llamó Jade, tuvo convulsiones durante casi un mes. Estos episodios lo dejaban brevemente paralizado. En una ocasión se le vio de lado con las cuatro extremidades retorciéndose; otras veces, sus patas traseras estaban paralizadas y se arrastraba con las patas delanteras. Sin embargo, no hicieron nada por él durante este tiempo. Cuando por fin se tomó la decisión de someterlo a eutanasia, un veterinario simplemente aconsejó a los trabajadores que revisaran si las “partes del cuerpo” de Jade iban a ser requeridas para algo.

La muerte de Jade fue lenta y dolorosa. Un trabajador trató repetidamente de sedarlo con una inyección en la pata trasera mientras este luchaba en los brazos de otra trabajadora. Finalmente, dejaron que tropezara y cayera al suelo entre otros gatos. Por último, un trabajador le aplicó una inyección letal en el corazón, pero cuando insertó la aguja en su pecho, sacudió la cabeza, indicando que pudo haber estado consciente y sintiendo dolor. Otra trabajadora admitió que había inyectado en el corazón a animales que estaban “menos sedados de lo que deberían”, dijo: “Los he tenido en situaciones en que [la parte superior de sus cuerpos] están levantados y aun así fui capaz de” matarlos de esta manera.

Cuando Liberty necesitó espacio para un experimento próximo, los trabajadores se deshicieron de algunos “equipos” de laboratorio no deseados. En este caso, eso significó sacrificar a algunos beagles. Para un perro, el proceso duró más de 7 minutos mientras estaba plenamente consciente y jadeando. Una trabajadora la sujetó mientras otra se esforzaba por mantener la aguja en una de sus venas. Con un perro muerto a plena vista cerca en el suelo, la sangre corría mientras la trabajadora hizo explotar su vena. Finalmente, en el cuarto intento, fue asesinada.

 

Procedimientos arcaicos de prueba

 

Liberty realiza experimentos arcaicos y crueles en animales, a pesar de la existencia de métodos alternativos bien establecidos que no utilizan animales en los laboratorios.

En un experimento que Liberty llevaba a cabo para una compañía farmacéutica, inyectaron a perros jóvenes con dosis masivas de un opioide y los sometieron a múltiples extracciones de sangre. Se volvieron apáticos y deprimidos, se negaron a comer. Los hicieron sufrir a pesar de que se pudieron utilizar, en su lugar, métodos de micro dosis y computacionales basados en células.

En experimentos financiados por otra empresa, los trabajadores les inyectaron a perros un insecticida para evaluar su tolerancia, a pesar de que pudieron haber utilizado en su lugar piel sintética.

 

Reír ante lesiones dolorosas

 

En Liberty, encerraban juntos a animales incompatibles. Un perro al cual el investigador de PETA llamó Hank, fue mordido por otro perro, pero una trabajadora sénior desestimó la necesidad de tratar la herida. A pesar de que el perro claramente era incapaz de apoyar una de sus patas delanteras, la trabajadora dijo, “Yo no voy a hacer nada por él … volveré en una semana para ver si ya pasó”.

La misma trabajadora dijo que esperó a que un perro mordiese a otro, tres veces hasta separarlos. Dos perros trabajadores llamados Lumpyhead y Shitter peleaban con frecuencia, pero no los separaban. Una trabajadora rió diciendo que aun cuando otro perro “fue lastimado” por un compañero de celda, no fueron separados hasta que “la pelea continuó”.

Un trabajador dijo que otro perro se cortó varias veces la lengua en una jaula, dejando a los trabajadores manchas de sangre haciéndolos parecer “malditos carniceros”. Después de que Liberty terminó con ella,  fue “masacrada”.

Un gato que el testigo de PETA llamó Neville, estuvo enjaulado con otros gatos que lo atacaron varias veces, dejándole la nariz lacerada y llena de costras durante más de 5 meses. Cuando se le preguntó una trabajadora si deberían reportar las heridas, ella contestó: “No. Es solo por pelear”.

Otra gata llamada Dak, presentaba una dolorosa úlcera en la córnea derecha después de que otro gato, en palabras de un técnico, “le picó el ojo con una maldita garra”. El testigo no vio ningún registro de anestesia administrada a Dak por su ojo lesionado.

 

Prácticas mal hechas

 

Liberty economiza tatuando a los animales en lugar de ponerles microchips, aunque esto socave su bienestar.

Una trabajadora admitió que Liberty ha enviado animales a clientes equivocados porque los tatuajes utilizados para identificar a los animales eventualmente pueden volverse ilegibles. Cuando le preguntó a la trabajadora: “¿ellos lo notan?” Ella respondió, “A veces. A veces no”.

La compañía podría eliminar este problema si utilizara microchips. Pero Liberty optó por tatuar a los gatos y perros ya que este doloroso procedimiento es más barato.

Liberty economiza de otras formas. Utilizaron a los mismos animales en varias pruebas, aparentemente sin entender los efectos a largo plazo de los compuestos experimentales y las posibles interacciones con otros medicamentos. El reutilizar a los animales de esta manera podría conducir a parámetros confusos, además de poner en tela de juicio el valor de los resultados experimentales.

 

¡Haz algo ya por los perros y gatos!

 

Los animales presos en Liberty son iguales a los perros y gatos que viven en nuestros hogares. El testigo de PETA observó que los perros en Liberty saltaban de arriba a abajo cuando veían a un ser humano, desesperados por atención. Los gatos caminaban en circulos alrededor de las piernas de los visitantes que entraban en su recinto y, después de que se iban, trepaban la reja donde estaban encerrados, anhelando ser acariciados.

Pero en lugar de recibir amor y disfrutar de las comodidades de un hogar, los animales criados en Liberty soportaban vidas miserables, cortas y llenas de dolor.

PETA ha escrito a las empresas que tratan con Liberty, pidiendo que reconsideren su relación con la empresa. Pero necesitamos de tu ayuda.

Por favor, toma un momento para alzar la voz por los perros y gatos en Liberty. Insta a sus clientes, entre ellos Merck, Bayer, Merial, Zoetis, Novartis, Michigan State University y las universidades de Pittsburgh, Florida y Louisville, a que reconsideren sus vínculos con Liberty.

Perros y Gatos Sufren y Mueren en Liberty Research

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