Enjaulado, Abierto y Traumatizado: él es Nick Nack, un Mono Encerrado en los NIH

En el desolado laboratorio dirigido por la experimentadora Elisabeth Murray en los Institutos Nacionales de Salud (NIH) en Bethesda, Maryland, Nick Nack, un macaco Rhesus de 14 años, existe solo, en una fría jaula de metal. Tiene las cicatrices, visibles e invisibles, de más de una década de trauma.

Su pelaje es irregular en las áreas donde se lo ha arrancado varias veces, a veces dejando espacios sin pelo en hasta el 73% de su cuerpo. Un grueso perno de titanio, cementado en el lugar durante una de las muchas cirugías dolorosas e invasivas que le realizaron, sobresale de su cabeza. Dentro de la cámara saqueada de su cráneo, partes de su cerebro han sufrido daños irreparables, destruidas por inyecciones químicas tóxicas.

Los macacos deberían vivir en vibrantes grupos sociales, explorar nuevos territorios y buscar frutas y semillas para alimentarse. Pero Nick Nack fue uno de los desafortunados. Desde el momento en que nació, su destino quedó sellado: pasaría su vida en una estrecha jaula de acero, siendo maltratado y explotado en experimentos devastadores.

La historia de Nick Nack

Pesando solo una libra, el bebé que más tarde se llamaría Nick Nack llegó al mundo el 2 de mayo de 2007, en la instalación de cría de una zona rural de Carolina del Sur del infame distribuidor de monos, Alpha Genesis. Manipulados con muy poco cuidado, los reclusos de esta sórdida prisión de primates han muerto por asfixia, hipotermia y deshidratación. Pero Nick Nack se salvaría de ese destino, solo para ser vendido al mejor postor para más tormento.

Junto a decenas de otros monos –solo una pequeña muestra de los miles de primates, que posiblemente albergan patógenos peligrosos, que son transportados a través de las fronteras estatales cada año– Nick Nack, quien para entonces tenía casi 3 años, fue metido en una pequeña caja de madera y colocado en la parte trasera de un camión para viajar por más de 500 millas a los NIH. Allí, se uniría a la sombría lista de víctimas de décadas de la experimentada atormentadora de animales, Elisabeth Murray.

Nick Nack mono rhesus en laboratorio

Si bien los macacos Rhesus, al igual que los humanos, sufren un rápido derrumbe psicológico si son privados del contacto social con otros miembros de su especie, los experimentadores encerraron a Nick Nack solo en una jaula. En cuestión de semanas, notaron que el pelaje de sus piernas y espalda se había afinado, un indicio de que el mono solitario y angustiado había comenzado a arrancarse el pelo.

La angustia de estar encerrado solo en una jaula apenas más grande que el cuerpo sería suficiente para destruir la psique de cualquiera, pero los experimentadores querían más: cortaron una parte del cráneo de Nick Nack y le inyectaron ácido tóxico en su cerebro. La recuperación de la cirugía fue insoportable y lenta. El cerebro de Nick Nack se hinchó y sufría de vómitos.

Los experimentadores tomaron el control del cuerpo de Nick Nack como si fuera poco más que una marioneta de madera a la que podían manipular por los hilos. Le colocaron un collar de metal alrededor del cuello para poder engancharlo fácilmente con un palo y sacarlo de la jaula. Luego expusieron su cráneo y atornillaron y pegaron un poste de titanio al hueso de la cabeza para obligarlo a mantener la cabeza inmóvil durante los experimentos. Cuando el poste se aflojó, infectó y secretaba pus, se lo quitaron, solo para abrirlo y cementarlo nuevamente en el lugar.

[peta-gif gif_id=”24948″ width=”600″]

A lo largo de los meses, el apetito de Nick Nack disminuyó. Perdía peso, picoteaba las galletas de su jaula. Seguía arrancándose el pelaje, dejando visibles grandes parches de piel rosada como océanos en un mapa desgastado por el tiempo y la desesperación. Aunque ha pasado una década desde que fue llevado por primera vez al laboratorio de Murray, su odisea de sufrimiento lo ha dejado justo donde comenzó: angustiado y aislado en una desolada jaula de acero.

Ayuda a poner fin al tormento de Nick Nack

La historia de Nick Nack, si bien trágica, es raramente inusual. Cientos de monos, cada uno de ellos un individuo con pensamientos y deseos únicos, se han marchitado en jaulas estrechas en el laboratorio de Murray. Decenas, como Nick Nack, aún siguen allí ahora: sus cuerpos fueron invadidos y saqueados en busca de datos sin valor que no han generado un tratamiento para humanos en cuatro décadas de experimentos.

Este tormento de seres sintientes es inexcusable, y tú puedes ayudar a ponerle fin. Haz clic en el botón de abajo para alzar la voz por Nick Nack y sus compañeros prisioneros en el laboratorio de Murray.

ACTÚA YA