La Historia de Guinness es un Caso de Estudio Sobre Trauma, Soledad y Desesperación

Para Guinness, un macaco Rhesus de 16 años criado para ser usado y maltratado en experimentos de laboratorio, la soledad está a la orden del día, y al día siguiente y al siguiente.

Enjaulado solo durante los últimos 12 años en el laboratorio de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de la experimentadora Elisabeth Murray en Bethesda, Maryland, Guinness nunca ha conocido la vida dentro de una tropa con otros macacos Rhesus en su hábitat natural. Sino que ha sido aislado, cortado, inmovilizado, inyectado y sometido a procedimientos confusos. Se ha incrustado un poste de titanio en su cráneo y se le ha colocado un collar de metal ajustado alrededor de su cuello. Durante años, el estrés implacable y la frustración por el interminable confinamiento lo han llevado a arrancarse el pelo.

Esta es su historia.

Guinness nació sufriendo

El 25 de mayo de 2005, nacía un bebé macaco en Alpha Genesis, una infame instalación de Carolina del Sur que cría y vende seres sintientes con fines de lucro como si fueran piezas de autos. Fue el primer día de una vida que estaría marcada por el aislamiento, las privaciones y el sufrimiento.

Tratados con poco más cuidado que un silenciador o un juego de pastillas de freno, los primates en Alpha Genesis han muerto congelados y deshidratados. Una mona joven fue asesinada cuando estaba enjaulada y fue atacada por otros monos encerrados y estresados junto a ella. Otro mono murió después de recibir un disparo con una pistola de dardos que le rompió los órganos internos.

El bebé macaco (luego llamado Guinness) se enfrentaría a un horror diferente. A los 2 años, sería enviado a los NIH.

Desmoronamiento mental y físico

En los NIH, Guinness fue asignado al laboratorio de Murray, la torturadora serial de monos. Como los humanos, los macacos Rhesus son seres profundamente sociales, y al principio, Guinness se salvó del tormento del confinamiento solitario: fue enjaulado con otro prisionero del laboratorio de Murray llamado Smithwick. Pero fueron separados en 2009.

Guinness ha vivido aislado desde entonces, encerrado en una jaula tan pequeña que solo puede dar unos pocos pasos en cualquier dirección, sin poder tocar ni ser tocado por otro mono.

A medida que su estado psicológico se deterioraba, también lo hacía su apariencia física. Los registros indican que, en 2008, comenzó a arrancarse el pelo, quedando con parches desprovistos de pelo hasta en el 73% de su cuerpo. En los años posteriores, los experimentadores observaron que se balanceaba de atrás hacia adelante y daba vueltas de manera agitada en la jaula.

Los experimentadores respondieron a los claros signos de angustia de Guinness dándole periódicamente lo que llamaron “enriquecimiento”, pero fueron solo unos pocos chips de plátano, un puñado de mezcla de frutos secos o un poco de cereal. Siguió arrancándose el pelo.

Guinness fue abierto, atrapado y aterrorizado

En 2010, los experimentadores del laboratorio de Murray sedaron a Guinness y le colocaron un collar de metal alrededor del cuello. Como gran parte de lo que le hicieron, este procedimiento tenía que ver con la conveniencia y el control: los experimentadores podían engancharle una vara de metal al collar y moverlo donde quisieran.

En otra ocasión, los experimentadores le perforaron el cráneo para implantarle un perno de titanio, para que fuera más fácil forzarlo a mantener la cabeza quieta durante las pruebas experimentales. Más tarde, se le formó una herida abierta e infectada alrededor de los tornillos.

Al igual que Beamish y otras decenas de monos en el laboratorio de Murray, Guinness estaba encerrado dentro de una pequeña caja de metal con una puerta de guillotina que se levantaba para mostrar algunos de sus peores temores: serpientes y arañas. Si bien eran artificiales, algunas se movían y saltaban. En el video grabado durante estos experimentos, se ve a Guinness dándose vuelta y rascando los lados de la jaula en un frenético esfuerzo por escapar.

Este tormento debe terminar ya

Catorce años después de su llegada a los NIH, Guinness aún sigue allí, sujeto a cada capricho de los experimentadores durante el tiempo que decidan mantenerlo vivo. Ningún momento de su vida ha sido controlado por él, ni lo que come, dónde duerme o con quién interactúa.

Mientras tanto, Murray ha construido una carrera a partir del sufrimiento de Guinness y de cientos de monos, reduciendo su terror y tormento a gráficos y palabras en un artículo de revista. Mientras ella se da una palmada en la espalda por otra publicación, Guinness y los otros prisioneros en su laboratorio continúan padeciendo, sin haber logrado ni una sola cura o tratamiento para los humanos.

Ningún mono más debería ser condenado a una vida como esta. Haz clic en el botón de abajo para ayudar a poner fin al tormento de seres sintientes como Guinness.

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